FUGAZZOLO, ITALIA
Fugazzolo merece mas que un comentario. Fuimos a un campo Italiana, en realidad un caserío de no mas de 10 casas, metido en la montaña, esos típicos "pueblitos" que se ven de la carretera. Bueno nosotros nos insertamos en ese caserío y fue una grata sorpresa, primero como nos recibieron sin conocernos. Olvídense como es su gente, tremendamente cariñosa, atenta, super preocupada de nosotros, querendones, etc. todo es poco. Comida de recibimiento, invitaciones varias, misa incluída, y para que les cuento el paisaje, con razón Pancho y Angélica cada vez que vienen a Europa, pasada obligada es Fugazzolo, mínimo una semana, pero mas que el paisaje es su gente. Cuando nos fuimos el viernes con Alvaro, porque Pancho se quedó hasta el otro día, nos hicieron un almuerzo, y adivinen que nos tenían: RAVIOLES!!!! Alvaro gozo, bueno yo también y hechos en casa. Voy a nombrarles a todos nuestros amigos de Fugazzolo: Armanda y su marido Gino, Maura y Franco, María vuida hace un año, Dalma y Venturino, a todos ellos muchas gracias por permitirnos entrar en sus hogares. Esa visita fue muy emocionante.
Dolly
Llegando a Croacia, en medio de un paraje maravilloso, rodeado de playas, cerros y árboles, no podían faltar los bichos. En este sentido, no hay como Chile. Los bichos son a escala humana. En Croacia, todo es posible.
Apenas llevábamos un día cuando, comiendo en la terraza, se apareció una araña pollito que fue aplastada por un zapatazo. Su cuerpo era tan grande, que en menos de tres minutos el suelo se llenó de hormigas, que se la llevaron presa por presa. Las patas eran un festín. Carnudas e inmensas. Creíamos que aquí había terminado el problema, pero no fue así. Al día siguiente apareció otra más grande aún. Era tal su tamaño, que aplastarla era como aplastar a un gato, por lo que decidimos espantarla. Además que nadie andaba con botas para no ser salpicado con el aplastamiento. En realidad, ya no era un bicho, era casi una mascota, a la que llamamos Dolly. Con este nombre, de inmediato se nos acabó el susto, y sabíamos que era posible encontrarla en cualquier lugar. Aunque para ser honestos, decidí mantener la puerta del dormitorio cerrada.
Dolly nos tenía terror. Bastaba un tacazo en el suelo para que arrancara a perderse, y esconderse por un buen rato. En realidad fue nuestra compañera de Croacia. Pudimos sacarle fotos pero preferimos no hacerlo. Esperamos haber sido buenos vecinos.